martes, 2 de septiembre de 2014

Detrás de atrás, mi boletín (yo en el Festival de Cine Colombiano de Medellín)

Me gustó particularmente este Festival de Cine Colombiano de Medellín, a pesar de todo, a pesar de cualquier cosa. De hecho, nunca he estado en alguna charla aburrida de ese Festival: he estado en unas donde el invitado es inmamable y otras en las que el público deja ir al invitado sin preguntarle el gran secreto de la vida, pero nunca ni por nada de esto han sido aburridas. Es más, casi siempre, es lo que más me gusta de este Festival, sus invitados son gente que se la jugó por donde no debía. Fracasados exitosos, mujeres no feministas, creadores sin musas y así (hablo sobre todo de la parte académica porque mi maravillosa vida casi nunca me da tiempo de ver las películas). Lo cierto es que tanto me gustó este Festival que intenté trabajar, y me encontré: con el teso de tesos de Juan Carlos Melo, el director de Jardín de amapolas; lo hubieran visto contar esas anécdotas del rodaje en Ipiales, cuando la gente no entendía por qué de un día para otro había una estación de policía nueva, cuando los contrabandistas dejaban de pasar a Ecuador por lo mismo, cuando pidió permiso para sembrar un cultivo de amapolas, cuando pintaron una iglesia. Con la hermosa Claudia Llosa y esos ojos, con la pinta de Samuel Larson y su paciencia y tiempo para responder una a una cualquier cantidad de preguntas sobre el sonido en un minuto. Con el homenaje a Dunav Kuzmanich y Javier Mejía, y en fin: con lo más genial de todos, Edson Velandia y Rubén Mendoza. No sé muy bien cuántas vidas llevan este par, pero está claro que son muchas. Muchísimas. Eso debe explicar esa fascinación por los mundos que exploran –tan difíciles pero tan ricos–, esa sensibilidad y la relación con los otros. 
Ah, sí que el arte es y debe ser colectivo. De ningún otro modo será tan rico.




Y una rasqa de Velandia, uno de esos cortometrajes que merecerían cualquier premio y no precisamente -aunque también- el de la cebolla de oro en Santander. Perdóname por ser tan cuchillero, por no consentirte primeramente, por ser tan animal. Por atragantarte la inspiración, por derretirte el corazón con mis ácidos corrosivos, con mi apetito corriente, por comerte mal.



→ 2. Miércoles: DUNI ENTRE AMIGOS

Era muy alto, estaba y no estaba, infundía cariño pero también respeto y distancia, Diego Rojas.


Fotografía Festicineantioquia.com


Al maestro chileno Dunav Kuzmanich le hubiera gustado estar en su homenaje: en compañía de sus amigos, de los que alguna vez fueron estudiantes, de los críticos y admiradores de su obra; todos aquellos que aprendieron a su lado que una ética hace una estética, y no al revés, los mismos con los que desglosaba guiones en papel bond y que lo acompañaron hasta sus últimos días. Por encima de todo le hubiera gustado estar entre los nuevos admiradores de su figura, esos que nacieron esta semana cuando sus películas rodaron por la ciudad.
Los amigos que comandaron el Acto Central Homenaje a Duni, el miércoles en el Centro Colombo Americano, fueron el crítico Oswaldo Osorio, el investigador Diego Rojas y los directores de cine Víctor Gaviria y Javier Mejía. Conmovidos y emocionados, compartieron algunas de las mejores anécdotas y características del hombre que hizo la gran película política colombiana, Canaguaro, y que no tomaba Coca-Cola por el antimperialismo. El mismo que murió en Santa Fe de Antioquia, que cuando hacía un rodaje ya estaba pensando en el siguiente y que, a pesar de detestar el universo de la televisión, participó en la realización de la serie nacional de todos los tiempos, Don Chinche.
A Duni le hubiera gustado estar ahí, en ese justo momento cuando alguno de sus estudiantes recordó que al conocer su casa le pareció que era el único territorio libre de América. Le hubiera gustado estar ahí no por la exposición, sino porque lo que le gustaba al director chileno, más que el cine, era enseñar.






→ 3. Jueves: JUAN CARLOS MELO Y SU JARDÍN DE AMAPOLAS



“En mi casa, cuando hay un daño, siempre llaman a mi hermano para que lo arregle. Es como MacGyver. «Este sí es hábil», dice mi mami, «no cómo este otro que solo hace películas»”, así responde el director Juan Carlos Melo cuando le preguntan para qué y por qué escogió el cine.
Muchas anécdotas sucedieron en Ipiales, al sur del país, mientras Juan Carlos realizaba su ópera prima, Jardín de amapolas. Muchas de ellas las compartió el director en la mañana del jueves en el ITM para demostrar que el Cine es Posible. “Cuando fui a pedir un permiso a antinarcóticos para sembrar el cultivo de amapolas, obviamente me dijeron que no, que era como si pidiera un permiso para robar. Después de explicarles que era un espacio pequeño, para una película, tres o cuatro plantas, nos colaboraron con el proceso, porque aunque la planta es silvestre le da plaga. Las amapolas florecen solo una semana, y se demoran cuatro meses en llegar ahí. Pero todo valió la pena”, comentó el director.
Jardín de amapolas es la historia de un padre y un hijo desplazados, el niño conoce a una chica e inmediatamente se crea un vínculo de amistad entre ellos y un perro. “Muy inocente la historia, parece, pero enmarcada en el conflicto que hemos vivido. Como artista uno tiene que tocar un tema de estos en alguna oportunidad, es ponerle la cara al país. Es como votar”.
Aunque la película no se ha estrenado en las salas comerciales del país, ha cosechado cualquier cantidad de premios en el mundo: en Cartagena la gente se levantó a aplaudir, ganó el premio del Fondo de Desarrollo Cinematográfico por el guion, alcanzó reconocimientos en Suiza, Nueva York y Buenos Aires.
Por lo menos el tema de la exhibición comercial ya está muy adelantado: “Vernos reflejados en una pantalla nos hace bien y que nosotros contemos las historiases algo muy positivo. El cine es como un vicio, de los buenos”.



4. Miércoles: UN TEATRO DE MEZCLA PARA CINE EN MEDELLÍN

Daniel es el detallista, el diseñador de sonido, el baterista; Gabriel es el práctico, el productor. Ambos, paisas, se encontraron hace dos años estudiando en el exterior y ambos volvieron para fundar un proyecto de producción y postproducción de audio en la ciudad. Así nació Clap Studios: clap por el sonido de claqueta y clap como palmada para verificar el sonido en un lugar.
En la mañana del miércoles, durante el Seminario Nacional de Sonido para Cine en la Universidad Eafit, Daniel Vásquez y Gabriel Pérez, fundadores de Clap Studios, compartieron la transformación del sonido desde una idea hasta su exhibición: “El sonido es muy barato para todo lo que se puede contar. Barato no solo por el dinero, sino por el abuso de primeros planos que nos puede ahorrar”, dijo durante la charla Daniel.
En este camino hay un sueño que ya es realidad para Clap Studios: el primer teatro de mezcla para cine en la ciudad, que estará listo a finales del año. Como el tema central de este 12° Festival de Cine Colombiano de Medellín es el sonido, aprovechamos para conversar con Daniel y Gabriel sobre sus proyectos.


Daniel, ¿cómo fue ese encuentro con el sonido? ¿por qué?
Uno hace mucha bulla, pero no la siente. Empecé tocando la batería, grababa cosas en la casa, mal grabadas, y hacía el sonido en los conciertos. Mi sueño era grabar bandas, producir, ser ingeniero de grabación, y en esas cosas de la 
vida mientras más aprendía me metía en este otro lado: el diseño. Ya casi ni toco batería ni voy a conciertos, ahora me dedico a la postproducción de sonidos, a diseñar, mezclar.

Gabriel, ¿qué hace un productor en un proyecto como este?
Trabajé en Estados Unidos un tiempo, realizando guiones, después me fui a hacer una maestría en Barcelona, en producción, y estando allá me encontré con Daniel. Nos habíamos ido con la ilusión de regresar a montar algo acá. Mi idea era montar una productora, pero quería tener una línea alterna que se pudiera mover más, que aportara algo a la ciudad. Llevamos dos años y medio trabajando, construyendo, diseñando. Desde el comienzo contemplamos la etapa de construir un teatro de mezcla para cine, pero empezamos a funcionar con lo que teníamos y a vender una idea, un concepto.

¿Cuál era esa idea?
Gabriel: Que sí se podían hacer proyectos profesionales. Empezamos a tener proyectos de gran escala, pero no podíamos finalizar en Medellín, todo nuestro trabajo se tenía que ir o a Bogotá o a Inglaterra; una lástima, porque uno lo que quiere es que todo lo que construyó sea lo que se lleve a la sala.

¿Qué ha sido lo más difícil con el proyecto y con la construcción del teatro?
Gabriel: Muy pocos saben de sonido en la ciudad. Uno lo ve con los apartamentos de Medellín, por ejemplo, todo se escucha o los salones de clase que se construyen de clase al lado de autopistas. No se trata de vender tenemos que enseñar, educar. Hay que exigir, tratamos de ser muy exigente con lo que hacemos y vemos.

¿Qué le ha aprendido Daniel a Gabriel?
Daniel: La practicidad, su forma de ver lo global, porque uno como diseñador de sonido se puede quedar horas oyendo los mismos tres segundos.

¿Y Gabriel a Daniel?
Gabriel: La sensibilidad. Que no es vender sino enseñar, porque la gente de la ciudad no conoce sobre el tema: no estamos vendiendo servicios sino enseñando y capacitando para que entiendan la importancia de un sonido profesional en sus producciones.

¿Cuál es el gran sueño de ustedes, de Clap Studios?
Queremos ser un referente en la región, queremos hacer un producto que nos dé orgullo y que nuestro trabajo se respete. El cine sigue siendo una experiencia, un evento. Hay que generar conciencia en el espectador, que exija un buen sonido en las salas de cine.




→ 5. Viernes: SAMUEL LARSON, MAESTRAZO

                                                 Foto del Festival, de Felipe, el rolo, creo.


Cuando sea grande, Samuel, dice, quiere dedicarse a la composición. Entre tanto, se devuelve a su país para empezar a trabajar en la música de una nueva película y una serie de televisión. “Mis consejos siempre son: el sonido de una película es parte de un trabajo en equipo y hay que pensar en el sonido”.