viernes, 30 de noviembre de 2012

Humo de media noche (O lo publican o lo pirateo yo)




“Llueve una estúpida lluvia que no merece llamarse lluvia”
El cronista está en un pueblo enfermo. Lo odia. Lo ama. Como todo lo que nos pertenece y a lo que pertenecemos. Son seis historias que se cruzan, que no necesariamente se complementan, pero que si se quiere hacen un gran capítulo del consumo de marihuana en Marinilla. A fin de cuentas, universalmente. Son jóvenes –Manuel, Juancho, Gabriel, Hamilt, Robin y Alejo– y fuman a veces y a veces no. Tienen sus motivos. En medio del humo hay estereotipos, cansancio, lluvia, una banda sonora con mucho rock. Hay sobre todo amigos.
Humo de media noche es el nombre de la serie de relatos que uno de mis mejores amigos hizo como trabajo de grado. Tiene un ritmo impresionante, y cada que lo leo me gusta más. Todos los personajes de esta serie resultan fascinantes –Hamilt y su paso por los Hare Krishna, Alejo y sus flashback, Robin y su gusto por la metafísica–, todos tienen algo por contar. Y lo logran: sobre todo por el cronista. Un tipo que se nota detallista, obsesivo, que se hizo invisible y consiguió una gran historia.
Todas las noches rezo para que el sueño de Pipe se cumpla, y este trabajo se publique. Lo merece. A riesgo de ganarme un odio más, compartiré –sin permiso aún– uno de mis inicios favoritos, el de la crónica “180 días de Hamilt”:
“Día 1
Hamilt —piel trigueña, rostro redondo, ojos cafés oscuros, baja estatura, cabello crespo ligeramente alborotado— decide dejar la marihuana.
Día 60
—En mi vida pasada fui un tonto. En esta vida lo sigo siendo”.

sábado, 24 de noviembre de 2012

El Efebo



Le llamo amor y me parece justo. 
Ha sido el tipo más dulce que he conocido en mi vida. Bueno, ni siquiera tipo, es un adolescente. Bueno, dentro de nada dejará de serlo y yo pasaré a ser adulta. Los tiempos que nunca ayudan. Es tan grato su recuerdo, que estoy aquí, en medio del invierno y la noche, llamándole amor, dulce amor: saberte en el mundo, pequeño desquiciado, es una de mis mejores razones para no morir en Rivotril.
Los tiempos contigo nunca me ayudan. Ni los verbales.
Fue –o es, ni sé– un amor muy sano, bonito, limpio. Quizá, solo por eso, a veces dudo en llamarlo amor: porque nunca quise darle un beso o llevármelo a la cama o sufrí de celos por la novia que menos mal no le conocí. No. Desde aquella primera larga conversación, mis deseos se limitaron a querer que se quedara un poquito más.
Vos buscabas silencio, y yo te lo di completo. 
Yo buscaba palabras, y vos me las diste completas. 
Él me tuvo siempre una especie maldita de admiración. Una tragedia que a veces me halagaba, pero también me hacía sentir más fuera de lugar en su vida. No importaba, con tal era que siguieras ahí, contándome tu vida, pequeño perturbado. Es que además es muy joven para comprender que un par de libros leídos, no me hacía una maestra de la vida.
Si hablamos tres veces, no lo hicimos cuatro. Pues, esas conversaciones apasionantes, por las que yo daba –doy– la vida. Muchas veces por un tiempo si nos encontramos, saludamos, despedimos, nos tuvimos afecto. Pero menos mal no duró mucho y ya nada es fácil ahora. No suelo permitirme enamoramientos con adolescentes, así que hace bien la distancia –y la malparida edad– en ponernos en planos muy diferentes.
El tiempo será impecable con esta y todas las historias, y borrará a mi dulce amor de la memoria. Es lo mejor, pero no quiero: quiero recordar por siempre nuestra primera conversación, todos esos dramas familiares, su madre loca y enferma por la que dará la vida, sus tristezas, sus lamentaciones porque deberá ganar muchos millones y no ser feliz, sus pérdidas. Fue en verdad muy bello encontrar a un adolescente así: tan triste y vacío como la canción, con una inteligencia que lo llevará muy lejos. Claro, si se vence a sí mismo.
Ay, muchachito querido,
Ay, si tan solo supieras lo feliz que me haces con tu recuerdo. 

jueves, 22 de noviembre de 2012

Algo de la Fermina



Fui niña hace unos quince años, dicen que las grandes pasiones de la vida nacen en la infancia. Por aquella época solo rendía culto a un dios, mi padre. Siempre he pensado que nunca se vuelve a querer tan sinceramente como a los cinco años. El caso fue que a esa edad solo vivía para dos cosas: amar a mi padre y escuchar partidos de fútbol del Deportivo Independiente Medellín a su lado. La mayoría de veces el equipo perdía y mi padre se ponía de mal genio el resto de la tarde, por lo que poquito a poquito debí aprender el valor del silencio. Las pocas veces que ganaba valían por todas las demás: había helado y sonrisas y significaron mi primer reconocimiento de la felicidad. Es decir, las primeras lecciones de la vida me las dio el fútbol: la vida consta de momentos, el amor y la felicidad son solo eso. Fui adolescente hace unos seis años. La adolescencia es el tiempo para desdeñar lo poco que hemos logrado ser, pero también para lograr independencia de amores. En esa etapa descubrí que lo que más me gustaba del fútbol no era el juego como tal, sino la posibilidad –las miles de posibilidades– de contarlo. Más allá de verlo, quería hablar de él y eso me llevó a estudiar Comunicación Social-Periodismo en la Seccional de Oriente de la Universidad de Antioquia. Ahora tengo 21 años, veo muy pocos partidos de fútbol aunque siempre tengo el corazón al límite por el Dim. Estudio el último semestre de una carrera esquizofrénica en la que un día te enseñan a ser comunicador y al otro periodista. Veo menos partidos no porque odie las masas o algo de ese estilo, sino porque leo más y descubrí la pasión por la escritura. Me llamo Eliana María Castro Gaviria -sí, con ese María que se agrega siempre que no hay más- pero estuve a punto de llamarme Ponciano Castro de ser hombre. Así como el gran jugador del Dim. Una buena razón para decir que me gusta ser mujer. Soy tímida, por lo tanto obsesiva: me gusta la gente, no la humanidad. Y no es más.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Pesares de domingo



Enfermé de amor.

Siempre que leo a Fernando Molano enfermo de amor. Desde la primera vez con Un beso de Dick, luego con Vista desde una acera –su segunda novela, inédita hasta hace muy poco, que leí virtualmente en tres noches y que casi me puso a llorar aquel día que la vi en la Fiesta del libro porque no tenía dinero para comprarla– y ahora con su poemario Todas mis cosas en tus bolsillos. Enfermé de palabras nunca dichas. Es que son hermosos estos poemas, íntimos, musicales: enmarcados como toda la obra del autor –pequeña pero fresca– en el amor y la muerte. En el amor a pesar de la muerte.
También estoy enferma porque es domingo, y me pongo más debilucha.
Sea lo que sea, pues voy a aprovechar mi enfermedad para poner algunos de los casi poemas de amor –de su amor– que más me gustaron por aquí. Leerlo remueve en mí todas mis ganas de amar, y eso es justo y es necesario de cuando en vez.
También me dan ganas de morir, inmediatamente después de amar por primera vez. Un asunto muy neurótico, propio de mi carácter.
Ay, entiendan: es la fiebre.
Estoy enferma de amor. De falta.

*PILLADOS
Qué suerte
en casa han descubierto
                los papelitos de amor con que sueles tejer
                                                               solo para mí
                tu telaraña
A estas alturas ya papá se habrá enterado
y no tardarán en venir tras nosotros
                como perros enceguecidos
                algunas abominaciones
corramos pues
                a doblar la esquina
Antes de que nos alcancen
                               toma:
                               son estas mis canicas favoritas
                                               mi trompo
                                               mi bodoquera  
                                               y mi colección de piedritas
                este es mi Álbum de Historia Natural “Jet”
                               y aquí metidos
                               mis poetas que más quiero
                               mi tarjeta de identidad
                               y la foto de mi bautizo
                toma todas mis cosas
                               mi viejo placer de niño
                                               y mis pasiones bobas
                               este algo que ahora soy y este mi nombre
                                               –toma sobre todo mi corazón
                Y guárdalas bien en tus bolsillos
Porque aún soy vulnerable y tratarán de aniquilarlas:
                               no dejes que te las quiten
*
“Tanto decir que sería
                               de todos modos
una dicha recordarte
para descubrir
puesta la mejilla en la almohada
                                               cada noche
que es tan precaria la memoria
                                               tan frágil
                                               tan inútil
incapaz la pobre
de esbozar siquiera
los contornos de tu vacío
Todo lo que amo
es una inicua nostalgia
vedada de caricias”.
*
CAE LLUVIA TRAS MI VENTANA
“Ya sé que Simone de Beauvoir decía de su Sartre: Su muerte nos separa, pero mi muerte no nos une… Bueno, me digo, acaso la mía me permitiera, al menos, dejar de estar sin ti.
Porque sospecho, querido Diego, que tu ausencia y mi memoria no se conciliarán, perdidas –aunque después de todo, ¿para qué?–, aun en la muerte que me aguarda. Y solo gravitarán bajo mis sábanas en el cuenco vacío de mi cuerpo, que no calzará más tu cuerpo, mientras te extraño a solas varado entre mis ruinas.
–No es bonito”.
*
BUENOS DESEOS
“Y ganaré de paso
todo el dinero del mundo
al menos el suficiente
para llevar a mamá al médico
y comprarle al fin
una casa a la tuya
Por su puesto
solo yo viviré el momento
en que al llegar al bar
no estés esperándome en la barra
para ofrendarte mis triunfos
Qué lamentables lucirán entonces mis laureles
junto a las flores de tu tumba”.
*
“Me ha traído chocolates como a un niño.
Como a una niña me ha obsequiado flores.
A mi ventana ha cantado canciones amorosas
                                               –con guitarra y todo.
Me ha dibujado un sol en un papel.
Y en el cine me ha dicho que me ama.
Todo ello significa: ten cuidado”.
*
CON ESTOS DESEOS DE VERTE
“Ese bus que va para tu barrio
las monedas que no tengo en mi bolsillo
                                                     por consiguiente
las calles que hoy no caminaremos
los besos que hoy no te daré entretanto
–la vida en sí
                En cada miseria”.