“Llueve una estúpida lluvia que no merece llamarse lluvia”
El cronista está en un pueblo enfermo. Lo odia. Lo
ama. Como todo lo que nos pertenece y a lo que pertenecemos. Son seis historias
que se cruzan, que no necesariamente se complementan, pero que si se quiere
hacen un gran capítulo del consumo de marihuana en Marinilla. A fin de cuentas,
universalmente. Son jóvenes –Manuel, Juancho, Gabriel, Hamilt, Robin y Alejo– y
fuman a veces y a veces no. Tienen sus motivos. En medio del humo hay
estereotipos, cansancio, lluvia, una banda sonora con mucho rock. Hay sobre
todo amigos.
Humo
de media noche es el nombre de la
serie de relatos que uno de mis mejores amigos hizo como trabajo de grado.
Tiene un ritmo impresionante, y cada que lo leo me gusta más. Todos los
personajes de esta serie resultan fascinantes –Hamilt y su paso por los Hare
Krishna, Alejo y sus flashback, Robin y su gusto por la metafísica–, todos
tienen algo por contar. Y lo logran: sobre todo por el cronista. Un tipo que se
nota detallista, obsesivo, que se hizo invisible y consiguió una gran historia.
Todas las noches rezo para que el sueño de Pipe se
cumpla, y este trabajo se publique. Lo merece. A riesgo de ganarme un odio más,
compartiré –sin permiso aún– uno de mis inicios favoritos, el de la crónica
“180 días de Hamilt”:
“Día
1
Hamilt
—piel trigueña, rostro redondo, ojos cafés oscuros, baja estatura, cabello
crespo ligeramente alborotado— decide dejar la marihuana.
Día
60
—En
mi vida pasada fui un tonto. En esta vida lo sigo siendo”.
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