lunes, 31 de diciembre de 2012

Pudo ser peor: bye, bye, 2012



Supermán es a C.A, lo que usted es a mí.
Iba a decir que qué maldición de año. Iba a recordar la historia de cuando volví del pueblo y ya nunca más me volví a sentir bien en casa con papás. Iba a decir que no tengo trabajo y que necesito plata. Iba a refunfuñar porque no tienen sentido los años en los que uno no se enamora. Este fue uno. Iba a retomar el tema del trabajo de grado que eché a perder y de cómo le debo la vida a mi mejor amigo. Pero me dio pereza. Tengo muy claro todas las equivocaciones de 2012, las personas que estuve a punto de perder y las dos materias que también. Hubo un drama, yo me sumergí y en fin.
Lo cierto es que todo eso es superficial –aunque tengo casi todos esos asuntos por resolver– y si pongo todo en una balanza, pues le gano a mi drama y digo que aprendí a estar bien. Desde enero elescritor me dejó estar ahí, a su lado en noches de chat y de ron. Él sabe que tiene mi corazón, que lo puede usar como bien le venga en gana. Mis amigas siguen aquí, a pesar de ya no tener universidad y dejar de ser un combito escolar. Perdí a una, me duele, pero lo mismo ha hecho que quiera más a las otras que me hacen reír y sorber puchitos de vida en grandes cantidades.Elmuchachito también me dejó estar al laíto de su trabajo de grado y él sí la sacó del estadio. Es tan bueno, pero tan bueno escribiendo, y ha crecido tanto, tanto, que pronto le va a tocar cumplir el pacto que hicimos. Fui a hermosos conciertos, siempre bien acompañada, desde Zoe, Bunbury, Cuarteto de Nos, pasando por las hermosas Carla Morrison y Natalia Lafourcade, hasta –por fin– Parlantes y La Derecha. Además de bonitos toques como el de La Fritanga Sabrosa, Esteban Gira y Alfonso Espriella. Conocí a Fernando Vallejo y a Darío Jaramillo, y los dos no pudieron ser más amables y comprensivos con esta pobre groupie. Hablé dos minutos con Leila Guerriero, firmó mi libro y tengo foto. ¡Diosa! Pude ver la exposición sobre Caicedo en Bogotá y escribí sobre Caicedo, mon amour. Mejoramigo me dejó estar de nuevo a su lado, a pesar de fallarle tanto, y como siempre me regaló palabras e historias justas para quererlo más. Siempre más.
Me faltó más teatro y el ritual de embriagarme con un trío perfecto en una buena noche. En Santa Fe de Antioquia pasé la mejor de las noches este año. Solo comparable con una de marzo en que volví a ser feliz. Conocí a José y me reconocí con Albita. Los primeros tres meses los lloré todos, después me vino la necesidad de ser feliz y de querer a los míos. Así lo hice: no me vencí, a la final perdí, pero me combatí. Aunque haya hecho todo tan mal con el trabajo de grado, me protegí el corazón.
Los dos mejores libros del año, los leí este diciembre. Uno, mi regalo favorito de navidad, El guardián entre el centeno: te cuidaré, y vigilaré siempre, aunque no sepas que estoy ahí, porque mi único talento es saber estar cuando nadie más está. El otro, indiscutible, hermoso, duro: La senda del perdedor. Soñaba desde hace mucho tener un libro de Bioy Casares en mi mesa de noche y ya lo conseguí y le debo a un amigo toda esta felicidad. En 2013 se la pagaré. Comencé las aventuras de Don Quijote de la Mancha y ha estado de lo más sabroso. Al César lo que es del César, debo decir. 
Para 2013 solo pido tres cosas: pita, mucha pita para escribir, trabajo –plata, mejor dicho– y que ustedes, todos los que aquí nombro, me dejen quedar un ratico más a su lado. ¿Les parece?
Feliz nuevo año para todos. Que el 2013 nos robe el aliento. 

jueves, 20 de diciembre de 2012

Cuestionario Sophie Calle



1. ¿Cuando murió por primera vez?
Que recuerde, dos veces he muerto. La primera tenía ocho años y me quedé mirando un mísero lago feo y morí de cobardía. No fui capaz de ahogarme. Ya después, mayorcita, morí de inocencia: él nunca llegó y hacía mucho frío.  

2. ¿Qué es lo que le hace levantarse por las mañanas?
Que es medio día. No me gustan las mañanas. [Necesito empleo]

3. ¿Qué fue de sus sueños de infancia?
No sé si es que tuve una infancia muy bonita o una muy terrible, pero recuerdo muy poco. Y de por sí, no he sido una mujer de muchos sueños –y tampoco los digo porque no se me cumplen–. Como a los diez quise ser bióloga marina y a los doce periodista. Nunca jodí con tener príncipe azul, y he ahí la razón de por qué no tengo ni sapos. 

4. ¿Qué le distingue de los demás?
El drama y las obsesiones. 

5. ¿Le falta algo?
Disciplina, señor. Talento. Ah, y graduarme, y un amor –así sea de verano–. Y plata, sobre todo eso. Mejor dicho, todo. Excepto familia y amigos, porque por eso es que sigo viva. 

6. ¿Piensa que todo el mundo puede ser artista?
No. Ni cualquiera puede ser odontólogo y sacar dientes ni abogado y defender culpables. No cualquiera logra generar emoción poética. 

7. ¿De dónde viene?
De un morro. Se llama Cabeceras. Hace frío y es muy solo. También vengo de un matrimonio que pasó nueve años feliz, hasta que llegué yo a joder todo. Ellos dicen que no, y por eso los quiero. 

8. ¿Cree que su destino es envidiable?
Para nada, y tampoco me gustaría que lo pareciera porque me lo van a querer quitar. Empecemos porque mi mano dice que mínimo voy hasta los 60, eso no es envidiable. 

9. ¿A qué ha renunciado?
A nada. Soy incapaz de renunciar a lo que quiero, me gusta es el sufrimiento. Que me echen. Claro que últimamente sí me he alejado de ciertos vicios y de cierta gente que no hace bien. 

10. ¿Qué hace con su dinero?
Invertirlo en el mejor amigo que esté al lado. Si la Providencia estuvo caritativa conmigo, compro libros y me enfiesto. Y en general, no lo sé administrar. 

11. ¿Qué tarea doméstica le gusta menos?
Iba a decir que cocinar, pero ya cocino un poquito y no ha estado tan mal… Ay, ya sé, tender la cama, no le veo utilidad a eso. 

12. ¿Cuáles son sus placeres favoritos?
A mi pobre mejor amigo le tocó saber cuál es mi placer favorito. Fatal, pero saltándonos eso: el ron y el tequila, las pastas. Parlotear. Ir a conciertos, leer, y descubrir gente bonita por la que valga la pena dar la vida. 

13. ¿Qué le gustaría que le regalaran por su cumpleaños?
Libros y cartas. Cartas sobre todo, me gusta cuando me escriben.

14. ¿Cite tres artistas vivos que deteste?
Detesto al 99% de la humanidad, artistas y no.  

15. ¿Qué defiende?
Mis obsesiones. Y el sagrado derecho a decir que todo es una porquería. Y el vivir y dejar vivir. 

16. ¿Cuál es su parte del cuerpo más frágil?
La lengua, siempre termino hablando de más. 

17. ¿Qué ha sido capaz de hacer por amor?
Nada. Soy muy inconstante. Una vez supe que era lo que tenía que hacer para conseguir cierto amor, y me rendí más bien. Me obsesiono, pero no hago más.

18. ¿Qué le reprochan?
La quejadera. Y que no respondo mensajes, y el pesimismo, y que intoxico. Y la querendonera que a veces me da. 

19. ¿Para qué sirve el Arte?
Para lo único que tiene que servir el arte es para salvarse. Para redimirse de uno mismo. 

20. Redacte su epitafio.
Con esto nunca he podido, pero el último con el que jugué fue: La verdad es que no fue un placer. 

21. ¿En qué le gustaría reencarnarse?
Alguna vez dije que en Florentino, el gato de un amigo. También dije que en Oriana Fallaci o Marguerite Yourcernar. Pero, no, mejor paso. Nada de reencarnaciones, gracias. Nunca me ha gustado la vida.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Necesito



Es decepcionante. Digo, el libro. El autor. Comienzo a sentir que ha sido sobrevalorado, que son pobres sus recursos. A veces de muy mal gusto. Nada más deprimente que ver a un escritor intentando ser gracioso: la gente no debe intentar ser nada, ¡debe serlo!
Otra vez estoy harta de todos. Necesito –pronto, urgente– una nueva obsesión. Una de esas que me hacen tanto bien, y que después me ponen a morder el piso de lo lindo. Una persona nueva a la que me den ganas de enviarle mensajes, canciones, lecturas. Escribirle correos. Alguien por descubrir, que me diga sinceramente que me aprecia. Conocer y ser conocida, no importa que como siempre el otro conozca de mí muy poco, eso mínimo que yo misma he llegado a conocer, y luego se aburra de mi dramatismo. Estoy dispuesta a sufrir por mis humillaciones, pero quiero que alguien me haga de nuevo interesante el mundo.
Gente nueva, placeres nuevos. Conversaciones nuevas.
Es triste cuando no te responden mensajes de texto. A veces me esfuerzo por entender eso de “si tus palabras no son más importantes que el silencio, cállate”, eso que usted me repite tanto, pero igual me pone muy mal. Triste, porque me veo intentando reactivar algo que evidentemente no existe. Es decir, no es tristeza, miento, es una insoportable patadita al ego.
En conclusión: necesito leer un libro mejor que el de este fin de semana. Y una bonita y nueva obsesión. No Ogro, quiero otro tipo de obsesiones, no la que usted propone. Necesito que un desconocido me diga que me ha empezado a querer. Eso es la vida. 

viernes, 30 de noviembre de 2012

Humo de media noche (O lo publican o lo pirateo yo)




“Llueve una estúpida lluvia que no merece llamarse lluvia”
El cronista está en un pueblo enfermo. Lo odia. Lo ama. Como todo lo que nos pertenece y a lo que pertenecemos. Son seis historias que se cruzan, que no necesariamente se complementan, pero que si se quiere hacen un gran capítulo del consumo de marihuana en Marinilla. A fin de cuentas, universalmente. Son jóvenes –Manuel, Juancho, Gabriel, Hamilt, Robin y Alejo– y fuman a veces y a veces no. Tienen sus motivos. En medio del humo hay estereotipos, cansancio, lluvia, una banda sonora con mucho rock. Hay sobre todo amigos.
Humo de media noche es el nombre de la serie de relatos que uno de mis mejores amigos hizo como trabajo de grado. Tiene un ritmo impresionante, y cada que lo leo me gusta más. Todos los personajes de esta serie resultan fascinantes –Hamilt y su paso por los Hare Krishna, Alejo y sus flashback, Robin y su gusto por la metafísica–, todos tienen algo por contar. Y lo logran: sobre todo por el cronista. Un tipo que se nota detallista, obsesivo, que se hizo invisible y consiguió una gran historia.
Todas las noches rezo para que el sueño de Pipe se cumpla, y este trabajo se publique. Lo merece. A riesgo de ganarme un odio más, compartiré –sin permiso aún– uno de mis inicios favoritos, el de la crónica “180 días de Hamilt”:
“Día 1
Hamilt —piel trigueña, rostro redondo, ojos cafés oscuros, baja estatura, cabello crespo ligeramente alborotado— decide dejar la marihuana.
Día 60
—En mi vida pasada fui un tonto. En esta vida lo sigo siendo”.

sábado, 24 de noviembre de 2012

El Efebo



Le llamo amor y me parece justo. 
Ha sido el tipo más dulce que he conocido en mi vida. Bueno, ni siquiera tipo, es un adolescente. Bueno, dentro de nada dejará de serlo y yo pasaré a ser adulta. Los tiempos que nunca ayudan. Es tan grato su recuerdo, que estoy aquí, en medio del invierno y la noche, llamándole amor, dulce amor: saberte en el mundo, pequeño desquiciado, es una de mis mejores razones para no morir en Rivotril.
Los tiempos contigo nunca me ayudan. Ni los verbales.
Fue –o es, ni sé– un amor muy sano, bonito, limpio. Quizá, solo por eso, a veces dudo en llamarlo amor: porque nunca quise darle un beso o llevármelo a la cama o sufrí de celos por la novia que menos mal no le conocí. No. Desde aquella primera larga conversación, mis deseos se limitaron a querer que se quedara un poquito más.
Vos buscabas silencio, y yo te lo di completo. 
Yo buscaba palabras, y vos me las diste completas. 
Él me tuvo siempre una especie maldita de admiración. Una tragedia que a veces me halagaba, pero también me hacía sentir más fuera de lugar en su vida. No importaba, con tal era que siguieras ahí, contándome tu vida, pequeño perturbado. Es que además es muy joven para comprender que un par de libros leídos, no me hacía una maestra de la vida.
Si hablamos tres veces, no lo hicimos cuatro. Pues, esas conversaciones apasionantes, por las que yo daba –doy– la vida. Muchas veces por un tiempo si nos encontramos, saludamos, despedimos, nos tuvimos afecto. Pero menos mal no duró mucho y ya nada es fácil ahora. No suelo permitirme enamoramientos con adolescentes, así que hace bien la distancia –y la malparida edad– en ponernos en planos muy diferentes.
El tiempo será impecable con esta y todas las historias, y borrará a mi dulce amor de la memoria. Es lo mejor, pero no quiero: quiero recordar por siempre nuestra primera conversación, todos esos dramas familiares, su madre loca y enferma por la que dará la vida, sus tristezas, sus lamentaciones porque deberá ganar muchos millones y no ser feliz, sus pérdidas. Fue en verdad muy bello encontrar a un adolescente así: tan triste y vacío como la canción, con una inteligencia que lo llevará muy lejos. Claro, si se vence a sí mismo.
Ay, muchachito querido,
Ay, si tan solo supieras lo feliz que me haces con tu recuerdo.