Nunca antes había extrañado tanto a alguien.
Tanto, tanto, que he debido ser bastante machita para no salir a buscarlo un
domingo a las doce de la noche. También es que es muy difícil hacerlo porque
songo zorongo vivimos a dos horas y a la madrugada no hay forma de salir de este
monte. Lo he extrañado tanto porque con él soy una bonita persona. Eso me
gusta. Él saca lo mejor de mí. Con sus charlas siempre quedo con ganas de todo.
De escribir, de vivir, de olvidar. Sobre todo de eso. Y acabo siendo la más afortunada
porque no me cobra sus servicios. Es un asesor espiritual que me sale gratis.
Lo único que lamento es empezar a extrañar.
Porque ese es un sentimiento muy egoísta. Porque entonces entiendo que la gente
no está para mí siempre. Y si nadie está para mí siempre, qué sentido tiene
todo. Muy poco.
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