miércoles, 27 de febrero de 2013

Hace un mes


Nunca antes había extrañado tanto a alguien. Tanto, tanto, que he debido ser bastante machita para no salir a buscarlo un domingo a las doce de la noche. También es que es muy difícil hacerlo porque songo zorongo vivimos a dos horas y a la madrugada no hay forma de salir de este monte. Lo he extrañado tanto porque con él soy una bonita persona. Eso me gusta. Él saca lo mejor de mí. Con sus charlas siempre quedo con ganas de todo. De escribir, de vivir, de olvidar. Sobre todo de eso. Y acabo siendo la más afortunada porque no me cobra sus servicios. Es un asesor espiritual que me sale gratis.

Lo único que lamento es empezar a extrañar. Porque ese es un sentimiento muy egoísta. Porque entonces entiendo que la gente no está para mí siempre. Y si nadie está para mí siempre, qué sentido tiene todo. Muy poco. 

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